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Misa (¿génesis?)
mirando al ORIGEN
El domingo pasado empezó por el final: un tío colgado de un puente.
Empezamos a ver que ya ¿ni Dios? conseguía que un Banco hiciera el bien.
Sigamos hablando del Banco Vaticano y empecemos por el principio.
Y para ir al principio tenemos que ir a Roma.
Hace 1.000 añitos en Roma había un problemón. Bueno, había muchos, pero uno gordo era… la usura.
De aquellas Roma ya era “cristiana” y se vio conveniente condenar la usura como pecado.
¿Capital? No, ese era la avaricia.
Una curiosidad… algunos dicen que el libro sagrado condena el prestar a interés. Pero algo no está muy claro… ¿Por qué si no Jesús mismo utilizó la parábola de los talentos. Esa que se basa en generar interés?
Y ahí una clave, diferenciar entre préstamo a interés y usura, ¿no?
Bueno, pues para evitar toda confusión, el papá Leon IX decidió cortar por lo sano y prohibir lo uno y lo otro. Lo hizo basándose en San Agustín, que a su vez se basaba en Aristóteles (el dinero no debe reproducirse, decía). Pero eso es otra película.
Y ese movimiento les hizo perderse las maravillas de la economía que se estaban fraguando en esa época: los bancos.
Unos tales Medici estaban construyendo una tecnología avanzada. La ingeniería financiera hecha entidad, los bancos.
Pero la Iglesia estaba a otra cosa.
Estaba (todavía) de espaldas a la economía.
Y hasta aquí por hoy, porque hay moraleja con esto.
Sí, la Iglesia estaba a lo suyo pero se estaba perdiendo un pastel. Un pastel legítimo, por qué no. El dinero no es malo. Lo único malo es…
¿Esto?: Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores. (1 Timoteo 6:10)
Así que amor al dinero malo, pero el dinero como herramienta bueno. ¿No?
Estar a las espaldas de eso es un sinsentido.
Y la Iglesia se dio cuenta. Luego.
Y tú también te puedes dar cuenta ahora, con lo de abajo.
Porque lo de abajo descifra cómo funciona el sistema bancario de hoy.
Pero sin caer en sus demoniacas trampas que te llevan al infierno financiero.
Infierno en el que ya estás si no conoces esas trampas. Que igual ni te das cuenta, porque recuerda: El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe.
Abajo (y algo más)